Cuando decides volver a un lugar en el que han pasado y has pasado por tantas cosas –no es momento de valorarlas– ocurre siempre algo parecido: temes que los recuerdos se agolpen como el agua en una presa y que, de repente, la barrera se rompa y comiencen a caer en cascada inundándolo todo. Es conveniente advertir en este punto que la inundación no tiene por qué ser mala. Simplemente es algo que llena tu cabeza de recuerdos y esos recuerdos van unidos irremediablemente a sentimientos. Son como esas bolas de colores que la niña de la película Inside out tenía colocadas con un orden determinado y agrupadas por estructuras. A veces el agua entra con la fuerza suficiente para desordenar todo eso y la mezcla de sentimientos se vuelve un tanto extraña.
Pasé ocho años en Valladolid. Ocho. El tiempo y la distancia me han hecho apreciarla más que cuando estuve allí. Es algo de lo que me doy cuenta cada vez que vuelvo. Nuestro yo de ahora no entiende muchas de las cosas que pensaba o hacía el yo de antes.
He vuelto a pasear por muchos de los lugares por los que, hace unos años, solía pasear. Y sigo sorprendido por la capacidad que tenemos de olvidar ciertas cosas o transformarlas en recuerdos que, vistos con la perspectiva del tiempo, pierden algunos de los componentes negativos, en caso de tenerlos. La película que se proyecta ante ti es el resultado del paso del tiempo: mismo escenario, mismos personajes, mismos diálogos, pero la sensación que te deja la historia es completamente diferente. Porque quieres que sea así. Supervivencia y adaptación.
Esta vez la ciudad brillaba de una forma especial. El director eligió un día de sol y una temperatura agradable para rodar. Repitió la secuencias del paseo por la facultad, por las callejuelas del centro e hizo planos cortos de los edificios que tanto recordaban a París al protagonista.
La parte de la película que nunca falla es la del reencuentro con amigos, los vinos y las risas en los bares de tapas.
Del metraje se han eliminado algunas escenas o planos innecesarios y se han reforzado otros deliberadamente. Y te sientes a gusto con el nuevo remake, con la nueva versión. Te gusta el resultado.
Y mientras, sin darte cuenta, estás participando en el rodaje de otra película a la que quizá haya que cambiar algunas escenas dentro de unos años.