Otra vez la puerta abierta de par en par. Algún día entran a robar. Mira que te tengo dicho que esperes a que venga yo para hacer las cosas. Pues nada. Y el café, derramado por toda la mesa. Otra vez a lavar el mantel de lino que compramos en Portugal. ¿No te das cuenta, Mariano, de que no puedes hacerlo todo tú solo? No sé cuantas veces te tengo que decir que para eso estoy aquí, para ayudarte. Déjame que me ocupe de todo.
—Buenos días, Juliana. ¿Con quién habla?
La voz de la enfermera resonó en el oscuro pasillo.
Fran dice:
Me ha sobrecogido
Fran López Galán dice:
Muchas gracias por la lectura y por tu comentario.